A fines de julio de 1890 una rebelión popular se alzó contra el gobierno del Presidente Juárez Celman y los sectores oligárquicos y capitalistas –tanto de dentro como de fuera de la Argentina- que lo sostenían. Todos ellos eran responsables de la crisis profunda que el país vivía: Bancos que, de la noche a la mañana, se encontraron en situación de ruina; pánico en la Bolsa; insolvencia del Estado para hacer frente a sus compromisos externos; enajenación del patrimonio nacional producto de las privatizaciones y, sobre todo, descenso brusco de los salarios y aumento constante del costo de la vida debido a la suba del oro.
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